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2020-05

Basura y entorno

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¿Qué es la para nosotros la basura? Aunque la sociedad de consumo no ha creado el concepto de basura, es ella la que ha generado una dicotomía tajante según la cual un objeto es un producto o un residuo, nunca ambos a la vez (o lo usas o lo tiras). Antes de la revolución industrial y del auge del capitalismo contemporáneo, sin embargo, la escasez económica hacía del cuidado material y de la inventiva en la reutilización una parte necesaria de la relación con nuestro entorno material. Una iglesia que encierra un templo antiguo, un delantal hecho de trapos o un balón de tripas son testimonios de un tiempo en el que el impacto humano en el medio se amortiguaba con un uso caleidoscópico de todo aquello que nos rodea.

El consumismo, al generar la ilusión de abundancia de objetos, hace que sean fácilmente transformables en basura. Paradójicamente es el mundo actual, convertido progresivamente en un gran vertedero de objetos muertos, desfigurados, el que hace más necesario que nunca volver a producir a partir de lo existente. La ecología nos enseña a dejar de ser protagonistas y pasar a ser coprotagonistas de la propia actividad humana, teniendo siempre en cuenta la realidad material en la que vivimos. La escasez de recursos obliga también a una mirada crítica sobre el patrimonio construido, una radiografía material de nuestro entorno arquitectónico, visto como una verdadera mina urbana de productos.

Bajo este enfoque, la realidad física la materia es lo que permanece, y no las personas que la habitan, permitiendo olvidar en cierto sentido las categorías vigentes de lo construido. En su lugar, resulta más útil pensar un edificio como una de las múltiples transfiguraciones de la materia, capaz de acoger unos modos de vida en su configuración actual. Pero para ello, debemos acostumbrarnos a vivir entre estos “residuos” y difuminar las disonancias con nuestro presente desesperadamente nuevo, limpio, blanco, pulcro.

Buscamos una arquitectura que apueste por la normalización de la materialidad en la forma arquitectónica, como parte de un proceso más profundo de normalización de las “enfermedades” de lo material, de aquello que se considera basura. Nos oponemos a la ansiedad perfeccionista que hay en lo nuevo, por definición consumista, esa lógica de usar y tirar que no puede asumir el cuidado de nuestras realidades construidas. Y este enfoque no tiene tanto que ver con el reciclaje; es decir, con destruir, procesar y reconstruir la fragilidad de lo nuevo; sino de una reutilización inteligente. Todo ello unido a un cambio de paradigma, una forma de desaprender el desear un objeto y empezar a quererlo, entendiendo que la verdadera transformación de un producto en basura es mental, y que nuestra incapacidad de sentir afecto por el entorno nos puede costar a todos mucho. Desaprender el vivir en un mundo por estrenar, como si fuera un bien con caducidad, del que el paisaje construido es su cara visible, su expresión siempre joven y falseada.

Nuestro interés está en cómo el movimiento y el transporte, con sus propias lógicas, son capaces de generar una arquitectura válida y con un alto valor ecológico. No como una serie de reciclajes o ideas felices aisladas, sin ambición, sino como un sistema circular integrado en la industria constructiva, que abarque la deconstrucción, transporte, almacenaje y construcción de estructuras de forma dinámica.

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