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Apología del tabique (manifiesto)

2024/01

¡No más tabiques! Así reza la máxima impresa en las frentes heroicas de nuestros profesores de arquitectura. En fin... seguro que muchos de vosotros vivís en casas con un salón y un pasillo oscuro muy largo al que dan todas las habitaciones... (?) (silencio). El teórico febril que tienen en su cabeza imagina nuestras familias -supongo- como los esculturales gimnastas del Downtown Athletic Club: preparados constantemente para el duro ejercicio espiritual de vivir la modernidad, en diálogo transformador con nuestra propia vivienda. Sin titubeos, el hombre y la mujer de hoy se proponen fundar su hogar en un espacio único en el que no caben la mentira ni la privacidad. El resultado es de un totalitarismo casi atroz: paredes que no llegan al techo, miradas que lo escrutinan todo, habitaciones sin cerrar.

 

Pero, ¿de dónde salen todas estas teorías? Los profesores quieren obviar las verdaderas dinámicas humanas en la búsqueda de una modernidad que, de ser algo, deberíamos serla nosotros mismos. Las paredes de nuestras casas, mientras tanto, mantienen erguidos todos sus significados: una charla privada, una siesta imperturbable, una masturbación sosegada, una tensión pospuesta, dos miradas que se esquivan. Por eso no tiramos los tabiques, pues sería como amputarnos una parte imprescindible de nuestra anatomía social. Negar el tabique es negar que la vida se comparte, para bien y para mal.

 

Había pensado en llamar a esto "Manifiesto del tabique" o algo por el estilo. Los manifiestos preceden a las revoluciones, a los giros en el pensamiento. Pero en realidad aquí no hay ninguna revolución que hacer porque fuera de las aulas, las tabiquerías más diversas aguantan sólidas, estoicas, impertérritas.

Apologia del tabique_original.png
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